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LAS RUINAS DE «EL CARMEN»;, LA HUERTA
DE DOS HERMANAS DONDE SE CULTIVÓ EL TÉ.
Continúa en pie el torreón centenario de esta finca
que contaba con capilla, piscina y timbres en las alcobas
Entre Las Portadas y la antigua autovía, perdidos entre escombros y maleza, aún desafían al tiempo los restos de lo que fue una preciosa finca de recreo. Su nombre,
«El Carmen», todavía luce en uno de los viejos tabiques que, a punto de derrumbarse, salen al paso del caminante. El extenso terreno, que contaba con alberca, piscina y hasta cantera de albero fue, entre los años 20 y los 60, un vergel donde los frutales (granados, perales, limoneros...) crecían junto a olivos, palmeras e incluso la exótica planta del té. Cerdos, vacas, patos, gallinas (y hasta el lobo que se las comía) campaban en los alrededores de este palacete, entonces muy a las afueras de Dos Hermanas.
Lo mandó construir, a la última moda regionalista, el sevillano
José Romero Martín, que la usó como finca de recreo familiar. Tras un largo camino desde el cancelón de entrada, daba la bienvenida la parte más llamativa de la vivienda: un torreón (todavía hoy en pie), presidido por el enorme azulejo de una Virgen del Carmen, iluminada por un farol de forja. El cuerpo de la casa, dividido en dos partes, constaba de ocho habitaciones (todas con timbre para llamar a la servidumbre), salón y cocina con chimeneas, y hasta una capilla (con una Virgen del Carmen, por supuesto). Atendían las dependencias una cocinera, un cuerpo de plancha, el capataz con su familia y un ama de llaves.
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