2007. Se derriba la Venta ‘El Fielato’, puerta de entrada y salida a
Dos Hermanas durante más de medio siglo
El bar regentado por Curro Márquez fue, en la posguerra, paso de viajeros, noctámbulos, estraperlistas y ciclistas
Los maquinistas que hace unas semanas (el 5 de febrero) derribaron (para la próxima construcción de unos pisos) la Venta ‘El Fielato’, quizá desconocieran las historias que escondían los muros que echaban abajo. Junto a la Venta ‘Las Palmas’, fue el primer establecimiento abierto las 24 horas en Dos Hermanas. Este bar de carretera, construido en 1948 a las afueras del pueblo (camino de Los Palacios, pasado el Ave María, en la esquina de la calle Campoamor), fue lugar de referencia de los viajeros que entraban o salían de Dos Hermanas, pues aquí paraban ‘Los Amarillos’ de las líneas de Cádiz y Málaga. En ‘El Fielato’ han tomado su último café muchos nazarenos y forasteros antes de partir; la venta fue testigo, durante más de medio siglo, del trasiego diario de cientos de manchoneros que, bien temprano, tomaban su copita de aguardiente de garrafa antes de partir al tajo, con sus cestas, hacia las haciendas; trabajadores que a mediodía se tomaban un blanco y por la tarde un café mientras jugaban un dominó o un rentoy (“el que pierda, paga”), o veían los partidos de fútbol y las corridas de toros en los veladores, cuando Curro colocaba el televisor (en blanco y negro) en una mesa sobre la tierra recién regada.
Fotografía de 1949. En primer plano, ante el mostrador, las niñas Antonia y Josefita Márquez. En segunda fila, de izquierda a derecha: Manuel Barbero ‘El Cano’ (camarero), Dolores Rodríguez Viejo (esposa de Curro y cocinera), Francisco Márquez (hijo) y Francisco Márquez Gómez, ‘Curro’, que compraría la venta a su tío en 1956.
Algunas mujeres, no muy bien vistas en estos lugares,venían con su vasito vacío y se lo llevaban lleno de coñac bajo el delantal. Sobre esa hora paraba por aquí el florero (que más tarde se iba a las ventas de carretera a ofrecer su género
a los caballeros) y llegaban, en bicicleta, los ‘moñigueros’ (vecinos de Los Palacios). Dejaban sus bicis aparcadas en ‘El Fielato’ mientras iban a pelar la pava con sus novias nazarenas. Después, sobre la una, volvían todos en grupo por
la carretera.
Noctámbulos y estraperlistas
El tráfico nocturno era lo suficientemente rentable como para que Curro mantuviera el bar abierto toda la noche. Se tumbaba a la puerta, en una hamaca, a esperar la variada y noctámbula
clientela.
Aquí paraban cantaores, boxeadores, juerguistas y en general gente de la noche que se recogían de las fiestas en la Venta Vega o la Venta Marcelino, allá por los cuarteles. También fue lugar de citas (con su reservado y todo…) al que llegaban ciertas señoritas a buscar clientela. Llegaban, arregladitas, desde la calle Madrid, bordeando la Venta Curao (hoy Los Montecillos) y se les dispensaba un vino o un café. A veces se cruzaban, a las 5 de la mañana, con el camión del pescado, que llegaba, cargado de boquerones, de la lonja de Cádiz, camino de Sevilla, y paraba en la venta donde le esperaban, con un carrillo de mano, los pescaderos de la plaza de abastos, como el ‘Barbilla’. Pero, sobre todo, ‘El Fielato’ fue siempre un lugar temido: no por la venta sino por la oficina de la que tomaba su nombre: una casetilla donde se controlaba y tasaba la mercancía que llegaba a Dos Hermanas. Los estraperlistas lo evitaban, así como los otros dos puestos, situados también en puntos estratégicos, como la Venta ‘Las Palmas’ o ‘El Carrillo’, junto al paso a nivel de la carretera de Alcalá.
En tiempos de escasez, la gente esperaba aquí el tabaco, el chocolate, el café, el azúcar que, en pequeñas cantidades, los viajeros traían entre su equipaje y no declaraban a los funcionarios. Gandullo, Parra, Curro Puya, Félix, José Márquez
fueron algunos de los guardias civiles que, en pareja, hacían guardia en la casetilla y cobraban un real por el paso de mercancías. Había incluso quien se arriesgaba y ayudaba a los estraperlistas a descargar la mercancía de contrabando
o tiraban los paquetes a la Huerta Curao para recogerlos más tarde. La posguerra pasó, el franquismo pasó, la casetilla desapareció… y la venta seguía en pie, impertérrita y muda viendo cómo todo se transformaba alrededor. Su derribo marca
el fin de una época.
Boquerones y tarvinas de bacalao
No había bar en Dos Hermanas con pescado más fresco. Cuando, de madrugada, paraba aquí el camión de la lonja de Cádiz, Curro se quedaba con parte de su fresca mercancía:
boquerones, jureles y pescadas que su esposa Dolores (en la foto, ambos en la cocina) limpiaba y freía sobre las 12 de la mañana y servía frío, a la hora de la comida. También cocinaba tarvinas y pavías de bacalao. Durante una época, un
cliente muy especial, Mariano Moreno Jover, oficinista de Lissén, traía los ingredientes para que Dolores les hiciera un guiso a un grupo de funcionarios del Ayuntamiento, que venían a almorzar y a cenar. Eso sí: los primeros platos que
se servían de ese guiso eran siempre para los empleados de la venta.
Francisco Márquez, un hombre bueno Francisco (conocido por ‘Curro’) ya tuvo antes una tasca en la esquina de la calle Cristo de Vera Cruz. Era un hombre de buen talante, buen humor (se recuerdan bromas memorables con su clientela) y buen corazón: diariamente ponía de comer gratis a niños de Dos Hermanas. Frente a la venta tenía una parcela donde sembraba pimientos y berenjenas para el bar y también para vender en la cuartelá (el ‘Mercasevilla’ de hoy), adonde iba con su isocarro. También sembraba algodón, habichuelas y plantaba eucaliptos en latas vacías de leche condensada, que después vendía. En 1953 falleció su esposa Dolores Márquez y en 1954 se casó con Dolores Bando, que se unió al negocio con su hijo José Salguero. El último café de los viajeros antes de coger ‘El Amarillo’ Su mano se apoya en un mueble en el que había cuatro barriles de vino: blanco, manzanilla, duro y mistela. Los botellines de Cruzcampo los traía de Bellavista, y el hielo llegaba diariamente en un camión. La máquina de café siempre estaba lista para los que salían o llegaban en autobús. La Venta ‘El Fielato’: fechas para la historia 1948. Es edificada por Rafael Gómez Varela (1899-1978), conocido por Rafael ‘el de los vinos’, a las afueras de Dos Hermanas, en una parcela que lindaba con la Huerta de Curado (donde hoy se levantan Los Montecillos). La venta, esquina con la calle Campoamor, estaba rodeada de naranjales. 1956. Rafael la vende a su sobrino Francisco (‘Curro’) Márquez Gómez por 27.000 duros. 1969. Al fallecer Curro, se hace cargo su hijo Francisco Márquez Rodríguez. 1987. Entra en franca decadencia, quedando como un simple bar. 2003. Cierra sus puertas. 2004. Es vendido a una promotora inmobiliaria. 5-2-2007.Se lleva a cabo el derribo.
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