La Montó en la carretera de Alcalá como alternativa de futuro, y ha acabado siendo un gran negocio
Interior del almacén que se acaba de cerrar. Se envasaba la aceituna en latas y también en ánforas revestidas de mimbre. En plena campaña, el almacén llegaba a emplear a 50 personas, la mayor parte mujeres como las que vemos en la mesa.
Aquí vemos, bajo la sombra de los nuevos pisos de la barriada Entrenaranjos, una imagen del patio trasero del Almacén Rodríguez Varela, con sus bocoyes dispuestos para ser llevados a Cádiz y después embarcados rumbo a Italia o Estados Unidos.
En la foto, de 1965, Antonio Postigo (en el centro, con traje y sombrero) con trabajadores a su cargo en el almacén de Marín Corredor (calle 19 de abril).
En la foto, el matrimonio con su hija Amparo montado en su Montesa, con la fábrica de yute al fondo.
Gasolina por aceitunas Su estratégica situación, junto a una carretera muy transitada (en el margen derecho de la carretera de Alcalá, pasando Textiles del Sur) pronto la convirtió en lugar habitual de repostaje de vehículos, y empezó a dar beneficios. Pero lo que en un principio Antonio Postigo planeó como un negocio alternativo al principal (el de la aceituna, el que dominaba desde pequeño) fue ganando importancia, al tiempo que se sucedieron un par de años nefastos para la exportación. Los beneficios de la gasolinera eran absorbidos por las pérdidas del almacén de una manera galopante. Hasta que tuvo que tomar una decisión. “Vamos a tener que vender el almacén”, le comentó un día a su esposa, Dolores Madueño. Y así ha terminado ocurriendo. El almacén Rodríguez Varela acaba de cerrar sus puertas. Pasa a la historia como otra víctima más de esta feroz crisis de la exportación de aceitunas. En plena campaña llegaron a trabajar en él hasta 50 personas: 40 mujeres en el deshuesado y varios toneleros. Algunos de sus operarios (como Enrique Varela, Juan Chacón y Miguel Rubio) forman parte ahora de la plantilla de la gasolinera, realizando diversas funciones. El de Antonio Postigo (acaba de cumplir 50 años) es un claro ejemplo de olfato empresarial, de inteligencia comercial, de pura supervivencia. Renovarse o morir. Una gasolinera con mucho futuro Santa Ana es la cuarta gasolinera que se instala en Dos Hermanas, donde día tras día las estaciones de servicio se van haciendo más indispensables por el aumento del número de vehículos. Situada en la carretera Dos Hermanas-Alcalá, donde es continuo el ajetreo de camiones y coches, ha supuesto un acierto de Antonio Postigo.
Nuestro empresario es una persona muy apreciada en Dos Hermanas. Es socio del Casino Mercantil, ha sido fundador de las Peñas Bética y Sevillista y acaba de ser nombrado vicepresidente de ANIDI.
De carpintero a cocedor de aceitunas
Antonio tuvo que regresar de la mili por ser hijo único. Comenzó a trabajar en la carpintería situada en la esquina de la Plazoleta con Antonia Díaz, pero pronto cambió de profesión. Se fue
como oficinista y chico de los recados al almacén de Las Morerillas, donde su padre se dedicaba a cocer aceitunas para el empresario cántabro Marín Corredor. ¡Quién le iba a decir al chico que se encargaba del correo que se convertiría
en el dueño de aquel almacén! Cuando Marín adquirió un almacén mayor en La Pólvora, Antonio fue su encargado y se quedó con el de Las Morerillas, que fue pagándole a plazos. Más tarde vendería el solar a una constructora y compraría el
terreno de la carretera de Alcalá, donde instaló el nuevo almacén. Familia numerosa Antonio Postigo Varela, nacido el 19 de noviembre de 1927, se casó con Dolores Madueño Porrero (seis años más joven), el 10 de julio de 1957. Tienen
8 hijos: Amparo, José Antonio, Cándida, María del Rocío, Lola, Diego, María José y Juan Manuel. Cuenta Dolores que, paseando por la Calle Real, se situaba entre sus dos hermanas para evitar que él se acercara. Pero le gustaba tanto
Antonio que era capaz de ir a comprar hilo a Mariquita Los Calientes (aunque no le hiciera falta) con tal de verle.
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